Alrededor de 1950 María Moliner comenzó su trabajo para el Diccionario de Uso del Español con el objetivo de crear un instrumento que sirviera de guía en el uso del español tanto para los hablantes nativos como para los que lo aprenden. La intención de María Moliner era elaborar un diccionario más pegado al uso del ciudadano que el de la RAE (Real Academia Española).
Lo que comenzó como un proyecto a seis meses vista se prolongó hasta quince años de intenso trabajo. En 1966 se publicó la primera edición, que contó con el apoyo del poeta Dámaso Alonso.
Con motivo del 50º aniversario de esta primera publicación, la Biblioteca Nacional de España y la Editorial Gredos organizaron un acto conmemorativo el pasado 1 de marzo, que contó con la proyección de un documental sobre la figura de esta autora y la proyección de un fragmento de la Ópera María Moliner.
María Moliner había nacido en 1900 en Paniza (Zaragoza) y se había formado como filóloga y lexicógrafa. Trabajó como bibliotecaria durante la Segunda República e impulsó una red de bibliotecas rurales.
Esta obra tuvo una buena acogida y fue alabada en su momento por figuras de nuestra literatura como Gabriel García Márquez, Miguel Delibes o Francisco Umbral por su utilidad y su sencillez.
Para la elaboración de su diccionario, Moliner se sirvió sobre todo de periódicos, ya que según ella éstos traían “el idioma vivo, el que se está usando, las palabras que tienen que inventarse al momento por necesidad”.
Lo más sorprendente es que una obra de estas características fuera prácticamente un proyecto unipersonal. Su intención final era proporcionar al hablante del español todos los recursos posibles para nombrar una determinada cosa o expresar una idea.
Con todo, uno de sus mayores defectos sería el no haber incluido expresiones malsonantes, que realmente son las que más utilizamos los españoles.