María Sharapova cumplió sus 15 meses de sanción por dopaje, tras dar positivo por meldonium, una sustancia prohibida que en su día fue popular en Letonia para combatir las enfermedades cardíacas.

La jugadora, que ocupaba en el momento de la sanción el puesto número 7 de la clasificación mundial (WTA), explicó en su día que tomaba meldonium para tratar problemas de salud, tales como gripes recurrentes o electrocardiogramas irregulares.

La tenista y modelo rusa hará su reaparición en el Torneo de Stuttgart, por invitación expresa de la organización. Algo que ha provocado opiniones disconformes.

La sanción se ha cumplido y Sharapova puede y debe volver a competir. Pero los expertos cuestionan las formas de su regreso. Se da la circunstancia de que el torneo citado está financiado por alguna de las marcas que patrocinan a esta tenista, que llegó a ser número uno del ranking de la clasificación WTA (Women’s Tennis Association) durante 21 semanas y también triunfadora en cinco torneos Grand Slam, y que en ningún caso han abandonado su patrocinio durante la sanción.

Los analistas denuncian que el deporte profesional no es exclusivamente negocio ni mero espectáculo. En primer lugar, la tenista debería haber expresado su arrepentimiento y su regreso a la cancha no debería verse envuelto en tintes tan descaradamente crematísticos al hacerlo en un torneo que financian las mismas firmas que la patrocinan. Si no, ¿qué mensaje se transmite al conjunto de la sociedad?

No se trata sólo de cumplir las normas. El deporte sirve para educar en valores y los deportistas de élite deben ser modelos de comportamiento para nuestra sociedad. Y más allá de los deportistas, todos los agentes que participan en su desarrollo (entrenadores, clubes y entidades deportivas, organizadores, patrocinadores, aficionados…) deberían conducirse de forma responsable y ejemplar en todo lo que concierne a la práctica deportiva.