A veces no es algo que se tenga en cuenta, pero la forma en que se ejerce el liderazgo en una empresa va a marcar de forma definitiva el rumbo de la misma y el rendimiento de sus empleados. Los errores de los líderes en el trabajo pueden afectar más de lo que se piensa al resultado final de una compañía, por diversas causas que pasamos a explicar a continuación.
Si un empleado o grupo de empleados perciben que su jefe no es totalmente sincero o justo con ellos, al final va a acabar siendo pagado con la misma moneda. Un jefe que se implique, tire del carro y motive a su equipo se asegura que los trabajadores intenten dar lo mejor de sí mismos. Por el contrario, si se encuentran desmotivados acabarán yendo a lo mínimo para “cumplir con el expediente” y salir del puesto de trabajo cuanto antes para llegar a casa, como si fuera un simple trámite. Y ello revierte directamente en la calidad y la productividad del trabajo desempeñado, de forma negativa.
Del mismo modo, la baja motivación es como un virus contagioso que se extiende de unos empleados a otros, si empiezan a percibir que la organización no funciona debido a malas decisiones del jefe o encargado. La negatividad es un elemento que debe evitarse a toda costa en una plantilla, ya que no solo hace que disminuya el rendimiento, sino que además aumenta el mal ambiente en el trabajo.
Y ni que decir tiene que los empleados de mayor rendimiento y nivel de la empresa no aguantarán mucho tiempo si ven que persisten este tipo de situaciones negativas provocadas por un liderazgo deficiente. El mal líder es el antídoto más eficaz contra los empleados cualificados, que rápidamente buscarán un lugar donde puedan dar verdadera rienda suelta a sus capacidades profesionales o donde no se vean afectados por la mala reputación de la empresa.
Porque, precisamente, la reputación externa de la empresa es otro de los aspectos (y no precisamente menor) que se ven seriamente afectados cuando un mal gestor aparece en el camino de la compañía. Tanto empleados actuales como antiguos empleados, así como clientes o asociados, pueden lanzar opiniones negativas sobre la empresa que en nada beneficiarán a la organización.
Si se trata de un mando intermedio, es fácil ponerle solución si los superiores llegan a la conclusión de que el problema es una mala gestión. Si se trata de los estratos superiores de la cadena de mando, más complicado parece el cambio salvo que el propio gerente sea el que reconozca su responsabilidad y deje el cargo voluntariamente.