Se dice que el Mundial de Fútbol tiene una maldición, la denominada “del vencedor”. Los equipos que han conquistado este preciado trofeo, han caído irremediablemente en las primeras de cambio en las siguientes ediciones.
España lo sufrió en Brasil de 2014, pues no pudo pasar ni de la ronda clasificatoria. Sin embargo, en el Mundial de Rusia esperaba poder superar esta tradición nefasta. No lo ha hecho. Ya sea por cuestiones sobrenaturales o, con más lógica, por motivos deportivos, España ha caído ante la anfitriona en la tanda de penaltis y no ha pasado de los octavos de final.
La crisis de Lopetegui, principal objeto de crítica
Julen Lopetegui dejó la Selección Nacional de Fútbol a su suerte de manera forzada a apenas 48 horas de iniciarse el Mundial. Todas las críticas identifican que el proceso se realizó incorrectamente por todas las partes.
El Real Madrid tenía prisa por anunciar un nuevo entrenador, ya que la marcha de Zidane había provocado una inestabilidad impropia para el club. Lopetegui aceptó la oferta de contrato y que se anunciara cuanto antes, trasladando esa inestabilidad desde el club blanco hasta la Selección Nacional.
Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, no se tomó bien el anuncio del fichaje, pues demostraba que Lopetegui tenía otros intereses más allá de sus deberes con el equipo que en ese momento estaba entrenando, por lo que motivó su destitución inmediata, dejando al equipo sin entrenador, a dos días de que comenzase el campeonato.
Fernando Hierro, incapaz de reconducir la situación
El sustituto de Lopetegui fue, de forma apresurada, Fernando Hierro. El ex jugador acogió su nueva posición con cautela, pues ni el equipo estaba a su estilo, ni tampoco la estrategia planificada de Lopetegui.
Hierro ha apostado por un ataque concentrado, priorizando una defensa que fue errática y no contó con el equilibrio ajustado de De Gea. El resultado, ha sido un equipo solo efectivo al contraataque, estrategia que no le ha servido más que para pasar a duras penas de la ronda de clasificación. Al final, España mantuvo la maldición del campeón un año más en vigencia.