Rafa Nadal volvió a hacer historia. Después de dos semanas inolvidables de torneo Roland Garros, en las que su juego brilló a la mejor altura, pulverizó al suizo Wawrinka (6-2, 6-3 y 6-1) en la final, ni más ni menos que el tercer tenista clasificado en el ranking mundial de la ATP, y se alzó con la Copa de los Mosqueteros.
Es la décima vez que consigue la victoria en la final de Roland Garros, una victoria y una temporada sobre tierra batida la que está haciendo Nadal que puede hacer replantearse muchas cosas a su equipo de cara al futuro.
Ya había quienes daban al tenista mallorquín como amortizado para el concierto mundial del tenis, pero una vez más ha demostrado ser uno de los más brillantes tenistas de todos los tiempos y ser capaz de aspirar a lo máximo.
La prensa de todo el mundo ha quedado deslumbrada con el juego de Nadal. Así lo prueban titulares como ese “Nadal 10, el extraterrestre”, del periódico italiano La Gazzetta dello Sport, o ese otro «Nadal, un inmortal deportivo después del décimo título», del The Times inglés.
Atrás quedan los tiempos de las lesiones que no le han permitido brillar como antes en los dos últimos años. Es difícil hacer pronósticos pero, visto lo visto en París, hay que tener en cuenta que Nadal tiene 31 años y que todavía puede ofrecer grandes momentos al tenis español.
El tándem con su tío parece seguir funcionando, la incorporación a su equipo de Carlos Moyá se ha demostrado que es positiva, el drive de Rafa ha vuelto a salir pletórico de eficacia, no ha perdido un solo set en todo el campeonato, ha pasado menos tiempo en la pista que en el resto de Roland Garros y ha demostrado una fortaleza psicológica fuera de toda duda.
El registro de Nadal es casi imposible de igualar y este tenis que nos está regalando en los últimos tiempos sabe a gloria. En lo que respecta al ranking mundial sigue recortando distancias con Andy Murray para arrebatarle la primera plaza.